viernes, 24 de julio de 2009

* 174.- RECOMPENSAS DIFERIDAS


No es la primera vez que hablo de este tema (* 121.- EL MEJOR REGALO: UN LIBRO). Van siendo ya algunas las ocasiones que me he encontrado situaciones similares.

Desde la época en la que entrenaba a baloncesto, importante en mi vida, ya me había sucedido en bastantes ocasiones al encontrarme años después a antiguos jugadores y tener conocimiento por ellos mismos, del grato recuerdo que tenían de esa etapa de su vida y de lo que les había transferido hacia otros campos de sus vidas de estudiantes primero y laborales después, así de la importancia que había tenido para su formación como personas. Tengo un grato recuerdo de esta época y muchos amigos que siempre nos mostramos mutuamente nuestro respeto y añoranzas. También nos quedan los errores del pasado convertidos en duras pero necesarias enseñanzas para nuestro devenir.

Por fortuna y por deseo, he permanecido la mayor parte de mi vida laboral en dos lugares a los que me siento bastante ligado. Ello me ha permitido identificarme con sus costumbres y sentirme parte de ellos o ellos parte de mí en algún sentido. También me ha permitido ir viendo crecer a los alumnos con los que he tenido la suerte de desarrollar mi profesión.

Por estas razones, cada vez son más los casos de alumnos con los que me tropiezo ejerciendo sus labores profesionales o simplemente por las calles con unos cuantos años más.

El último caso fue hace escaso días cuando espero a un técnico de telefónica, aunque mejor sería decir una de esas empresas que subcontrata para ahorrarse cuatro de los tantos duros que nos sacan y explotar a los trabajadores con contratos en precario y colgarles la espada de Damocles sobre ellos.



Tocan. Abro la puerta de mi casa y me veo a un antiguo alumno. Ambos nos alegramos de la coincidencia.

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Lo cierto es que fue para mí toda una alegría por diversos motivos:

Uno, por verlo convertido en todo un eficiente profesional que hizo su trabajo de una manera impecable y lo digo sin falsas palabras. Ojalá me encontrara siempre técnicos de su valía. Supe de su posterior Ciclo Formativo de Grado Superior en Telecomunicaciones y del gusto con el que lo realizó.

Por otra parte, por ver los valores de los que hacía gala y que enriquecían su vida laboral y personal. Me demostró una integridad que estaba por encima de su profesión y de su empresa. En algún lugar he leído que los mejores vendedores son los que ponen al cliente y su relación con él por encima de su propia empresa. Y viendo su proceder no lo dudo, aunque estrictamente no vendiese nada.

Igualmente, por la extensa conversación que mantuvimos, producto de las horas que duró la conversación y en la que nos dio tiempo de hablar de numerosos temas, siempre de manera agradable y enriquecedora para ambos.

Y, por último, el respeto que nos profesábamos, que era de ida y vuelta. Ya no hablábamos alumno y profesor, sino dos personas. Me comentó que le alegraba que tras las horas de grata charla que mantuvimos, que coincidiese la impresión que tenía de mí como profesor con la que tenía ahora como una persona más. Creo que su impresión se debe más al trato que por entonces le intenté dispensar a él y a sus compañeros, que a otra cosa. En mi caso, sucedía lo mismo, pues al verlo convertido en todo un adulto responsable, con sus ideas claras y lleno de valores. Me producía una alegría difícil de explicar, pues todos los días no nos encontramos con tanta madurez.

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Es cierto que no pertenecía al grupo de alumnos más complicados en cuyo caso me hubiera alegrado de igual manera, y si es posible más en el sentido de su recuperación. Pero aún así, mi satisfacción fue grande al comprobar como esta sociedad, que tanto maleduca, maltrata y pone verdes a los jóvenes, había acertado esta vez, como en tantas otras.

He tenido experiencias de jóvenes que no iban muy bien producto de sus circunstancias y habían retomado el vuelo y me resultaba grato comprobarlo.

También me he encontrado con alguno que producto de esa lacra social que es la droga, no andaban muy bien, y me ha pesado no haber acertado ni tener una barita mágica con la que alejarlo de ese mundo.

http://perso.wanadoo.es/rociogaz/Cometa.gif

Igualmente he leído en las páginas de los periódicos como antiguos alumnos con los que no acertamos, acabaron a la sombra por dedicarse a cosas que no debían.

En esta profesión, obtenemos recompensas inmediatas, otras que se ven a lo largo de uno o más cursos, pero existen también otras que nos perdemos en la mayoría de las ocasiones, las que llamo diferidas. También existen momentos ingratos, pero la perfección no existe, ni en nosotros, ni en el mundo.

Por eso, valoro tanto los casos que me encuentro que le han resultado bien a esta sociedad y me sirven de estímulo para continuar poniendo un pequeño grano de arena que mejore este necesitado mundo.

Los otros, los que de una manera u otra no han salido adelante, me dicen que no hemos hecho todo lo posible por encauzarlos y me exige intentar mejorar para tratar de hacerlo entre todos con los que vengan detrás.

Ese día me tocó disfrutar de lo que yo llamo, recompensas diferidas. No todos los docentes tienen esa fortuna por diversas razones, entre ellas las de no haber podido permanecer una temporada en sus destinos. De todas formas, al menos aquí, vivimos en un lugar pequeño, y quién más y quién menos, habrá tenido más de una experiencia en este sentido.

Lo cierto es que te dan energía para seguir adelante y sobrellevar los momentos en los que pueda faltar el ánimo y pensar que todo está perdido. No es así, y experiencias diferidas como están nos lo demuestran.



4 comentarios:

Diariodeclase dijo...

Tiene que ser genial, vivir esa recompensa "en diferido", ojalá yo algún día me encuentre con uno de mis peques y se acuerde de mi con una sonrisa en los labios... Eso será todo un mundo!
Un besazo!!

Jesús Hernández dijo...

La verdad es que cuando escribía esto, pensaba en los profesores de infantil. En su caso es bastante más difícil que esto suceda por muchas razones: cambios físicos, recuerdos perdidos (salvo verlos en los años posteriores en primaria). Pero si te vale de algo, guardo un grato recuerdo de mi profesora de entonces, Doña Tella la llamábamos, con la que mantuve una buena relación muchos años después, hasta que le perdí la pista porque tras jubilarse creo que cambió de residencia. La casualidad hizo que en bachillerato me diese clase de inglés su hija, de la que también guardo un grato recuerdo como persona y profesora.

Seguro que tú, con el amor que desprendes hacia tu profesión, la encontrarás.

Gracias Zhenda por tu comentario

Anónimo dijo...

la docencia yo pienso que es una de las profesiones que mas se respeta por la mayoria, todo el mundo guarda por lo menos un recuerdo de algun profesor que le enseño, o ayudo .. o lo que sea en algun momento dentro o fuera de una aula.

Tengo ahora mismo con tu post, a muchos profesores en mente que me encantaria volver a encontrarme y a dos que tres que ojala se los haya tragado la tierra.. jejeje.


un abrazo fuerte!

Jesús Hernández dijo...

Gracias Sonia por tus palabras. Las comparto plenamente. Siempre hay profesores que quedan en nuestro recuerdo y que, a veces, pueden haber tenido una influencia en nosotros que ni sospechamos.

También coincido, en que todos guardamos recuerdos ingratos de algunos, aunque prefiero dejarlos en el recuerdo.

Un abrazo.